lunes, 23 de marzo de 2009

La radio y el arte en mi llajta


Jamás olvidaré el día en el que mi padre me regaló ese cassete. Recuerdo que yo chapoteaba descalzo y casi desnudo en medio de los charcos formados por la lluvia que cayó la noche anterior, y en medio de las gotas que salpicaban de mis pisadas vi la enorme figura de mi padre atravesar el portón que unía la calle con la casa. Lo veía entrando con algo de dificultad, pues su cabeza llegaba tan alto que le era imposible no encorvar su cuerpo para cruzar el umbral. Yo me encontraba ya en la carrera hacia su encuentro. Yo debí haber tenido unos cuatro o cinco años.

Él, por esa época, trabajaba muy lejos en un campamento a muchos kilómetros de Oruro, en pleno altiplano, realizando algunas tareas de construcción, no sé de qué. Recuerdo que traía en el bolsillo una mini-casetera, que unos meses antes le había regalado mi abuelo. Veía su antena saliendo del bolsillo de su chamarra. No recuerdo la marca, pero si el cassete que llevaba dentro. Esa radio era la compañía perfecta para la soledad. Mi padre me contó que durante las noches esa pequeña radio, que cabía perfectamente en su bolsillo, era la única distracción que poseía, puesto que, por el frío, nadie quería quedarse fuera de su carpa terminada la jornada de trabajo.

Una vez que mi padre había entrado a descansar, mi madre y yo apretámos el botón de “PLAY”, ese pequeño triangulo que se formaba en medio del “FF” y “REW”, y unos segundos después oíamos el sonido que emitía el aparato. Comenzaba con una canción que decía: “un paisano me contó…” y luego el narrador comenzaba las historias que aun cita mi memoria. Bum. Eso fue todo: caí perdidamente enamorado de ese lenguaje, de esa manera de contar las cosas, de ese formato. Luego, cuando estábamos almorzando, comencé a contarle las historias que oí a mi padre, lo hice con una emoción tan profunda que mi padre me miraba casi riendo y asentía a mis palabras con frases tales como: “Ah… ¿sí?”, “osea que él quería quedarse con todo…” y muchas frases más que no recuerdo con exactitud. Cuando ya no sabía que más contarle (y trataba de aumentarle cosas a la historia para que me siguiera escuchando) mi padre se levantó de la mesa tomo la pequeña radio y saco el cassete diciéndome: “¿te ha gustado no?, tomá te lo regalo, es uno de mis favoritos”.


Escuchaba ese cassete una y otra vez, y lo escuché hasta que la cinta electromagnética, que codificaba la información, se gastó. Y eso que sólo traía dos historias: en el lado “A” había una llamada “la historia de unos llanos donde morían los paisanos” y el lado “B” otra llamada “la historia de Marta y Mamerto y un día de desconcierto” historias de Ignacio López Vigil y María López Vigil. Fueron momentos muy especiales.


Con el paso del tiempo ya tenía una colección de cassetes: tenía cuentos de hadas, historias policiales, de terror, y un largo etc. Y ya no escuchaba sólo historias creadas. Escuchaba junto a mi primo los partidos de futbol, el noticiero y algunos programas musicales. Aun la tele no nos había invadido por completo.


Siempre sentí que en el terror, por ejemplo, la tele era muy obvia, aburrida. El futbol dejo de gustarme cuando lo veía por la tele: me di cuenta que era muy lento. Una vez hice un experimento. Lleve la mini casetera a un partido, y noté que el radialista tenía otra óptica: mientras yo veía un juego lento y trancado en el medio campo, él relataba la final de la copa del mundo, sin embargo era el mismo partido. Es más cerré los ojos y puse la radio sobre mi oreja para ver el partido que relataba el radialista (y eso me costó el enojo de mi padre puesto que había pagado mi entrada).

Pero las circunstancias de la cuales fui parte en mi adolescencia me alejaron abruptamente de la radio. En un mundo urbano alejado de la realidad (puesto que la radio esta siempre más cerca de la realidad) mis intereses cambiaron (además porque la adolescencia tiene los rasgos más absurdos de la historia de cualquier hombre).

Omitiré la parte de mi adolescencia por cuestiones del relato.

Ya joven conocí a Grober Loredo que me fue presentado por Marcelo (compañero en el proyecto musical Quimbando), y para mí fue un hecho trascendental. Hablábamos de todo con él y con Carmen su compañera de vida. Los días enteros no me alcanzaban para contarles todo cuanto había pensado. Pero mientras yo sólo pensaba ellos me empujaban a realizar mis proyectos.
Luego de muchos años de haberlo conocido, a Grober se le ocurrió hacer radio. Bum otra vez. El regreso a mi infancia, el charco, mi padre, el cassete… Luego de haber practicado Grober durante un año en su propia casa (sacaba unos parlantes a la puerta y comenzaba a llamar a los vecinos para que le den sus perspectivas, entrevistaba a artistas y muchas otras cosas más, que casi nadie escuchaba), consiguió por fin un espacio en la radio CEPJA, donde actualmente transmite su programa “arte en la llajta”. Lágrimas brotan de mis ojos al oír su programa. Otra vez la poesía y la música, las historias… el regreso al origen.

Tal fue la emoción que sentí cuando escuche su programa, que comencé a trabajar arduamente para poder adquirir algo de equipo para hacerlo yo también junto a él que había tocado ese rincón olvidado de mi conciencia, aunque yo, por el momento, sigo tratando de encontrar las historias, él las cuenta. Sigo ansioso de trabajar con él.

Los invito a escuchar “Arte en la llajta” para recordar un poco lo que el oído histórico capta sin darnos cuenta. Y los invito también a visitar http://radiokatari.blogspot.com/ donde se encuentran los trabajos de Grober, Alexia, y paola.

Un Abrazo a todos
Mauricio Canedo
Quimbando
Fotos:
1 Algunos miembros del Colectivo Katari junto a Ignacio Lopez Vigil (de izq a der): Bayo Loredo, Grober Loredo, Ignacio Lopez Vigil, Carmen Cardenas, Marcelo arias, Alexia Loredo.
2,3,4 Tomadas de internet tras la búsqueda del tag "radio"

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mierdaaaaa.... Mauriiiii
Donde se fue de paseo tu habilidad? Cuantras cosas nos perdimos al tenerte perdido? Que dichos no nos sijiste? Que historias quedaron en el tintero?

Tienes madera camarada ... dale duro que es asó com ote queremos ... escribiendo, soñando

Gro, el camarada de siempre