Grober y los quimbandos armaron el sonido para que -como cada domingo que salimos- una selección especial radial comenzara a sonar y convocar a la gente.
En esas estábamos, armando los teatritos lado a lado para hacer una mini-maratón de títeres, cuando aparecieron los hombres azules. Eran los guardias municipales, viejos conocidos que cada domingo surgen de las profundidades de la fuente de agua, para encarar la noble tarea de pedirnos el permiso para estar allí.
Me explico: No nos piden permiso para estar ellos allí (se lo daríamos, creo) sino que exigen ver un papel oficial que nos dé (¡a nosotros!) permiso para hacer esta actividad. Este tipo de papel no existe. Todas las actividades en la plaza están prohibidas. Entonces ¿qué piden? ¿Un “incentivo” monetario para olvidar esa regla sagrada?
De todas formas, no nos importa. Para nosotros, las actividades artísticas no necesitan permiso para ocupar cualquier espacio de la ciudad. Así de simple, aunque claro, podríamos detallar algunos criterios: idealmente no lucrativas (para liberar el espacio que ocupamos, para conectarnos y no por publicitar a un auspiciador o financiador), hechas por el simple gusto y necesidad de hacerlas.
Discutimos, casi no nos movimos (nos hicieron girar un parlante), los despachamos. Media hora después, en plena función, vimos una camioneta llena de guardias parquear en una esquina de la plaza. Bajaron y al acercarse vieron a l@s niños sentad@s en el suelo, atentos. Sus padres y madres concentradas, tranquilas, disfrutando los títeres. Por esta vez, los guardias se callaron. Se miraron. Se marcharon.
La leyenda advierte que volverán. Nosotros también.
1 comentario:
viva la cultura libre y gratuita!!!
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